Villanueva de los Infantes
El valor de lo incalculable
No tiene precio transmitir a las generaciones venideras los modos de vida, formas de organización social, económica y cultural de cuantos nos han precedido. Componiendo la trayectoria vital de un pueblo, una comarca, una cultura.
Historia útil y necesaria para entender el presente y avanzar al futuro, sin perder ni vaciarse de todo cuanto ha formado parte de lo que somos y seremos.
Los pueblos más ricos son aquellos que preservan su identidad, que conservan sus tradiciones, que mantienen respeto por su pasado y no desperdician los recursos heredados. Evolucionando y reconvirtiendo tal potencial en riqueza permanente, sostenible y compartida por y para todos.
La riqueza se calcula sobre todo por medio de cifras numéricas. Y las variantes son tan diversas como formas de rentabilizar inversiones. Acostumbrados a ese tipo de sociedad consumista tan apegada al corto plazo, al dinero fácil y rápido, sin pensar que todos estamos aquí de paso y que sólo somos usuarios del patrimonio heredado por el trabajo, el esfuerzo, las dificultados y la multitud de avatares que otros tuvieron que padecer para que hoy disfrutemos de algo que debemos ceder a los que nos sucedan.
Por estas elementales razones, tan propias del sentido común. La mayor riqueza y el mejor tesoro de un pueblo es su cultura y sobre todo sus habitantes. Cultos, formados, enriquecidos con el amor propio que los hace conocedores de su Historia en el mejor y más noble sentido de la palabra.
Pues de nada sirve una colección de títulos indicativos de haber cursado determinadas disciplinas tan necesarias para el mercado laboral, si además no se cimentan en conocimientos vitales transmitidos por una sociedad sensibilizada con su devenir histórico.
Cultura es algo bastante más culto que la mera titulación académica. Es sobre todo tener conciencia del valor del entorno. Y sensibilidad por la sucesión de etapas que han ido enriqueciendo cada lugar. Sabiendo disfrutarlo en cada nueva generación con mayor eficiencia y comodidad. Pues al fin y al cabo estamos aquí para evolucionar hacia ese tipo de bienestar que nos hace sentirnos felices por vivir.
Saber que uno habita un lugar hermoso, asentado en siglos de historia, que además vive de ello y obtiene rentabilidad económica que revierte en avance social, es uno de los mejores y más cultos logros a los que aspira cualquier sociedad civilizada.
Sin preservar la identidad, sin conocer la historia, sin trasmitir conocimientos, sin divulgar ni sensibilizar acerca del placer de ser cultos por el hecho de disfrutar la cultura, no conseguiremos nada más que rechazo hacia todo cuanto signifique Historia. Y eso conlleva olvido, destrucción y desperdicio de tanto como nos dieron las vidas del pasado.
Hoy disfrutamos de monumentos incalculables e irrepetibles realizados por personas analfabetas, pero muy cultas. Muchas de las irrepetibles iglesias fortaleza del Campo de Montiel, fueron elaboradas por maestros canteros, expertos en lo que hicieron viajando de un lugar a otro, con la práctica y experiencia de su trabajo. Y aquí las tenemos quinientos años después. Como tantos otros monumentos que hoy sirven de reclamo turístico y nuevas formas de dinamización económica que crean modos de vida menos sacrificados que las ancestrales. Esto no es más que evolucionar hacia el bienestar general sin desperdiciar la magnífica herencia de nuestros antepasados.
La Historia debe respeto a quienes la hacen, porque sin la actividad de la gente no habría tal historia. Y por supuesto, qué duda cabe que no la hacen los historiadores como algunos pretenden. Ellos, por suerte para todos, la estudian, la cuentan, la ordenan, la documentan. Y a todos nos beneficia.
Pero siempre olvidamos a quienes hacen posible tanto la existencia de la propia Historia como la de los historiadores; la propia gente. La que con su existencia, su trabajo, su trayectoria vital nos ha legado generación tras generación el incalculable potencial de recursos del cual todos podemos beneficiarnos y además traspasarlo a las siguientes.
Por eso es imprescindible ser conscientes del irrecuperable daño que se hace cualquier sociedad que no cuida, no respeta y no transmite su cultura. No hay pobreza más nociva ni más destructiva que la incultura.
Mejor calidad de vida. Mayor formación de los ciudadanos y sobre todo más contraste por adquirir mundo. Ese mundo viajado que tanto ayuda a avanzar por el intercambio de ideas que diversifica y enriquece a cualquier lugar abierto a recibir visitantes; ha facilitado que por fin en una tierra tan sacrificada como la nuestra, tan sometida a la incertidumbre de la economía de subsistencia. A la inseguridad de las parcas cosechas. Al sometimiento de las adversidades del clima. Donde las personas con mayor iniciativa siempre han volado en busca de mejores oportunidades, es casi un milagro que exista un lugar tan extraordinario como Villanueva de los Infantes.
No tiene precio que podamos disfrutar de un lugar como este, en una tierra tan maltratada por esa dañina incultura, que ha arrasado tantos pueblos, convirtiéndolos en meras agrupaciones de casas inconexas, formando cascos urbanos desconcertantes, sin la noble y digna personalidad de un pueblo, respetuoso consigo mismo. Orgulloso de su ser. Amante de su pasado. Cómplice de su propia historia. Referente de lo que fueron y deben ser los pueblos del entorno.
Aunque parezca algo intranscendente, la creación y la apertura al público de un museo etnográfico que recoge y expone los modos de vida que contribuyeron a la creación de Villanueva de los Infantes, es algo que dignifica al pueblo y a sus habitantes.
Transmite ante todo RESPETO.
Respeto por los ancestros, y por sí mismo. Por todo cuanto ha sumado para que este pueblo sea valorado y considerado de los más bellos del país.
Además es honrar a todos vuestros antepasados. Las manos de vuestros abuelos, bisabuelas…, están en cada uno de estos objetos que a la vez han sido utilizados por todos vuestros antecesores.
Esto además de educación, formación, divulgación y CULTURA, es sobre todo ese merecido homenaje a tantos cuantos han ido pasando por estas calles, estas casas y estas plazas, dando su vida para las nuestras.
Sería muy vergonzoso, muy egoísta y muy torpe no recoger este tesoro patrimonial que os honra a todos y ennoblece al pueblo.
Esta es una de las felices oportunidades que la propia HISTORIA, la que se hace cada día con las acciones de la gente, ha puesto al servicio de todos. Por el concienzudo trabajo de las personas que se han empeñado en llevarlo a cabo, a pesar de las dificultades, de la falta de medios, de la soledad. Gente que no necesita de mayor ni mejor reconocimiento que su propia satisfacción por el trabajo bien hecho. Y aunque no voy a mencionarlos para evitar olvidarme a alguien, bien sabéis quienes han sido los que han querido enriquecer a su pueblo con esta, que empieza a ser una de las mejores colecciones etnográficas de la provincia, y todavía no ha abierto las puertas, Pues estoy más que convencido que el amor propio de los infanteños, sumará con el paso del tiempo, ese inmenso tesoro patrimonial que han sabido conservar a lo largo de cientos de generaciones. Como la propia identidad del pueblo.
Sentíos muy orgullosos porque a partir de ahora, completáis un eje patrimonial, monumental y cultural, único en la provincia.
En pleno corazón del Conjunto Histórico. Desde Los Dominicos con la Celda de Quevedo, pasando por la calle Mayor con el Arte Contemporáneo del Mercado, Casa de Rueda. El Museo Arciprestal y el nuevo Museo Etnográfico del Hospital de Santiago.
Salvando y dando utilidad al singular edificio que junto a la monumental iglesia arciprestal de San Andrés, mantendrá a los turistas encantados de transitar por estos espacios únicos, irrepetibles e incalculables. Y por cierto no dejéis de admirar la magnífica escalera original del siglo XVII del antiguo hospital. Sobria, funcional. Auténtica del primer peldaño al último. Caja de escalera encajada en la crujía de fachada con bóveda de cañón. Infantes tan importante como quiso ser al ser fundada.
Donde queda pendiente, siempre, evolucionar. Aspirar a más y mejor. A esa excelencia que os reporte más y mejores ingresos. Museo de la Semana Santa en La Encarnación. Casa del Hidalgo en el magnífico palacio Rebuelta… Teatro Auditorio en Los Silos…
Villanueva de los Infantes abierta de par en par ofreciendo su mundo al Mundo. Exponiendo la cultura manchega del modo más culto posible. Con su propia y auténtica cultura.
Sumando lo popular y lo señorial. Lo tradicional y lo académico. No olvidando a quienes fueron son y serán los protagonistas de esa historia de verdad que hace posible a través del respeto por los valores propios, la existencia de la Historia que leerán los que se sientan agradecidos de todos cuantos habéis contribuido a mejorar y enriquecer el pueblo.
Salvador Carlos Dueñas Serrano.
Diciembre 2022